mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

sábado, 9 de abril de 2011

Ludwigshöhe (Aosta - Italia)

Nos quedaba un último cartucho para finalizar la semana de vacaiones por Alpes y después de valorar distintas opciones nos decantamos por la zona del macizo del Monte Rosa, a través del precioso valle de Gressoney, que se abre desde el valle de Aosta. En la cabecera de este valle hay una estación de ski que lleva su nombre y desde la cual cogiendo 2 telecabinas y un teleférico, te dejan a 3.200 m., a sólo 45 min.. del refugio donde teníamos reservado una pernocta. Sin embargo al ser vertiente sur, la turra de sol que nos llevamos hasta alcanzar el refugio situado a 3.500m. fue pistonuda ya que la ola de calor estaba en su punto álgido, tal y como reflejaba la prensa local con récord de temperaturas en Aosta (30ºC).



El refugio Citta di Mantova es privado y un poco más caro (55€/MP) que el de la federación situado 200 m. más arriba. Sin embargo está impecable con lujos de hotel y unas vistas fabulosas. (Incluso con futbolín en la sala de secar las botas)....¡Que mejor que darse el capricho de unas cervezas para comer en esta terraza al sol y los Alpes a nuestros pies!.







El interior no es menos espectacular ya que el salón comedor está lleno de ventanales y el paisaje que se puede admirar desde cada uno de ellos, es una postal en sí misma. Glaciares y seracs por un lado y el Mt Blanc o Mt Bianco destacando al fondo, por otro. Incluso los baños, tienen un telón fondo de lujo con el famoso Liskam y su glaciar sobre ellos.
Desde luego, que con un día así tan soleado y despejado, el atardecer y el amanecer prometían una buena sesión de fotos para el recuerdo.




Arrancamos con una mañana fría y al poco estamos a la altura del segundo refugio, viendo el nuestro allá abajo. La nieve está xelá y subimos con las cuchillas puestas desde el principio.



Se notaba que era sábado…, esta vez íbamos más acompañados. Aunque salimos los últimos para variar, la aclimatación de días anteriores había hecho buen efecto, puesto que adelantamos a mucha gente. También el frío a la sombra animaba a moverse.

   

Poco a poco vamos alcanzando el inicio de un gran plató a 4.000 m. rodeados de cumbres míticas, de las cuales la que más llama la atención es sin duda el Liskamm. Decidimos hacer la primera parada de la ruta junto a un grupo de italianos con los que habíamos cenado la noche anterior y con los cuales rápidamente conectamos de muy buen rollo. Intercambiamos fotos de grupos y nos despedimos de ellos.



El día anterior ya nos había tentado el guarda del refugio el día con esta montaña tan guapa que es el Liskam , porque puede subirse a una de sus cimas con esquíes rodeándolo por el sur, aunque tiene unos pasos por el glaciar algo delicados y además es largo de alcanzar. Por otro lado había gente metiéndose en la famosa arista de este pico, que también se veía impresionante y apetecible, pero eso sí, con equipo de alpinismo. De todas formas tanto Alberto como Carlos rápidamente se apresuraron de quitarme semejantes ideas de la cabeza...Con tanta cantidad de posibilidades, nos habíamos decidido por el pico con el nombre más retorcido, el Ludwigshöhe de 4.342 m. (a la derecha de la foto), aunque la punta Parrot (izquierda) tenía también una pala muy jugosa pero que brillaba demasiado delatando el hielo que la recubría.


Comenzamos pues, la subida al Ludwigshöhe mientras a  nuestras espaldas se impone el murallón de la Punta Dufour (4.634 m.), punto culminante del macizo del Monte Rosa.



Ganamos rápidamente altura hasta la rimaya que separa la pala de la arista cimera, y tras unos pasos un poco “incómodos” donde hay un pequeño puente de nieve se sale a dicha arista en medio un ambientazo alpino de primera categoría con la arista del Liskamm al fondo impresionante.


Desde un poco más arriba ponemos crampones y los esquíes a la mochila para subir esta escalera al cielo que nos ofrece una vistas impagables...





Después de este empacho para nuestras retinas, nos preparamos para bajar comenzando por la vertiente contraria a la de subida, más inclinada pero más larga, aunque con nieve dura y venteada, difícil de negociar y poco espacio entre la cornisa y una zona de pequeñas grietas. Pasado este tramo, otra pequeña parada para comer al pie del Corno Nero y a prepararse para el gran descenso final....

   

Nos queda “sólo” por delante la friolera de 2.500 m. de desnivel de bajada hasta el parking de la estación de Gressoney a 1.800 m. Hasta el refugio no tiene ningún problema, por lo que únicamente queda saborear el momento.


   
Sobrepasado el refugio se conecta con la zona de freeride de la estación, que si bien tenía zonas muy guapas, con largas palas, tubos, canales, etc.. el calor sofocante por debajo de 3.500 m. dejaba la nieve primavera-sopa, para castigo de nuestras pobres piernas. Aún así, pudimos sacarle partido, logrando conectar muy abajo con las pistas que tenían todavía buena nieve. Y después de bajar y bajar, nos quedaba finalmente un peculiar camino de nieve, entre praos floridos en plena primavera, que nos dejaba al pie del aparcamiento. No hace falta decir los litros de cerveza que cayeron durante la comida.....

De nuevo en Turín con más de 35ºC, nos despachamos una buena cena de despedida y al día siguiente Carlos nos acercó al aeropuerto de Milán, con la suerte que durante el vuelo de escala a París pasamos justo encima de los sitios en los que habíamos estado, reconociendo picos y glaciares perfectamente: Ludwigshöhe (pto. verde), Breithorn (pto. rojo), Allalinhorn (pto. rosa),etc… y como no el Cervino. Un buen regalo de despedida.

   

En el siguiente vuelo, un atardecer espectacular con un mar de nubes familiar sobre el mar Cantábrico y una noche fresca orbayando nos recordaba que ya estábamos en casa.

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