mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

sábado, 18 de febrero de 2023

Albo Oriental y Pico Blanco

 

Continuando la racha de buen tiempo, después de la visita el anterior finde a Los Güertos del Diablu, de nuevo al observar los horizontes me surgió la idea de saldar cuentas pendientes aprovechando que se había despejado de nieve la carretera del puerto La Farrapona...

Salimos Patri y yo desde el alto de La Farrapona (1.707 m) por la pista que lleva en descenso hasta la altura del lago de La Cueva (1.600 m) que se presentaba bien congelado.


Remontamos la pista hasta salir a las puertas de la gran planicie de Camayor (1.742 m), descendiendo luego hasta las orillas del Lago Cerveriz (1.650 m), que también estaba petrificado bajo la imponerte mole del pico Albo Oriental.

 


 


Buscamos el paso más asequible que da acceso al escondido y precioso tercer Lago Negro/Calabazosa, disfrutando de un lugar que compite entre la belleza y el carácter salvaje de la naturaleza...


Desde allí teníamos acceso a la pindia canal que tuvimos que ascender con crampones puesto que es zona de sombra permanente en invierno y la pendiente  es fuerte en su parte final. 

Al igual que antes, las vistas que nos ocurría antes, las vistas bien valían todas las paradas que nos obligaba la pendiente.

Superada la canal entrábamos a un paisaje completamente diferente de gran amplitud, desde el cual había que estudiar la mejor forma de ascender el pico  al que teníamos que ir contorneando. buscando su vertiente más amable.


Tras una breve pausa, iniciamos la ascensión por un territorio que  nos recordó a los paisajes kársticos de Los Picos de Europa.



Al cambiar de vertiente, fuimos buscando las rampas más maniobrables que llevaban a la cima.


Por fin encumbrábamos esta alejada montaña del Pico Albo Oriental (2.103 m) que me quedaba todavía pendiente de visitar y que por cuya situación aislada, comprobamos que efectivamente brinda excelentes panorámicas hacia todas partes..



Después de las fotos y la contemplación obligadas, me acerqué a examinar el corredor Este del pico que ya le había echado ojo hace tiempo, y viendo que a esas horas la nieve había ablandado algo, me decidí probarla. Patri, volvería por el mismo camino de subida y nos reuniríamos en la base de la montaña. 
Comenzando el descenso que empezaba con una canaleta estrecha y pendiente escopetera sobre nieve dura pero con buen agarre para los esquís.

Seguidamente desembocaba en otra forqueta, ésta ya con una buena cornisa y rimaya incluida que no había más remedio que saltar. Por suerte la nieve al aterrizar tenía buena textura y pendiente por lo que el salto no me dio problemas. 



Sin embargo, cuando objetivamente se supone que había pasado el tramo más difícil, al encarar el resto del corredor me encontré con una nieve muy precaria, pasada de transformación al sol y en cambio como una piedra a la sombra. Así que al negociar los primeros giros cerca de una roca enterrada, se me hundió un esquí por completo saltando la fijación y yo a continuación de medio cuerpo enterrado. 

Gracias a las cintas, el esquí lo tenía detrás de mí y pude ponerlo enseguida y salir de allí sin más contra tiempos salvo el de no poder disfrutar el resto de corredor por culpa de la mala calidad de la nieve que algo mejoraba en su parte final, cuando veía aparecer a Patri esquiando y terminando juntos hasta la base de la montaña.





  
Borré el sabor agridulce de la bajada con un buen bocata porque ya era hora de comer bajo un sol y una temperatura espléndidos. Al terminar, viendo la dureza de la nieve a la sombra, desechamos volver por la canal de subida y tirando de GPS navegamos buscando por territorio Picos, el pseudo Valle de Calabazosa que desemboca en el lago. 


A pesar de la distancia a salvar en un terreno tan complejo, pudimos vadear cómodamente los numerosos pequeños jous, siendo mucho más fácil y rápido de lo previsto, hasta tal punto que nos entraron ganas de más, viendo a tiro el Pico Blanco, que destacaba por su gran pala blanca. Así que para allí que nos fuimos ascendiendo a buen ritmo con cuchillas puestas a pesar de la orientación soleada.


 Alcanzamos en media hora la afilada cima del Pico Blanco (2.061 m) desde la cual nos sorprendieron sus vistas tan guapas hacia el macizo de Pena Orniz, y por el otro lado el gran cortado hacia los valles de Babia

Salir de la cumbre esquiando fue todo un ejercicio de malabarismo por lo exiguo del emplazamiento y el hielo pulido camuflado bajo una mini capa de nieve polvo engañosa. Más abajo la cosa poco mejoraba con nieve venteada congelada mezclada con alguna lengua de nieve polvo. 
Continuamos entonces siguiendo el laberinto del valle de Calabalazosa en suave y rápido descenso entre tubos...
...y así uno tras otro siguiendo alguna huella antigua de esquís hasta dar vista al lago, lidiando con nieve de todos los tipos de calidad mala.

Sobre las laderas soleadas que caen al Lago Negro, encontramos la mejor nieve de todo el día, descifrando el laberinto que nos evitara bajar más de lo necesario siguiendo las huellas de los rebecos. La perspectiva desde este lugar sencillamente fabulosa con el lago congelado y una textura como la del mejor mármol.




Sin embargo, "la yincana" lejos de acabar, nos reservaba más obstáculos a salvar como el reguero principal que abastece al lago. Con la sudada que traíamos y el agua en reserva, nos vino en cambio de perlas para reabastecerse y refrescarse como si de verano se tratase.

Nos restaba remontar hasta conectar la pista, lo que nos resultó eterno debido al lo intrincado del terreno con continuos subidas y destrepes caminando con varias zonas sin nieve. 

 

 



Por fin conseguíamos conectar con la dichosa pista en la parte alta, quedando un último descenso de nuevo hacia el lago La Cueva, todo a la sombra y xelando por minutos y la nieve comenzando a hormigonar. Para evitar el patatal de huellas por la pista, optamos por atajar lanzándonos pendiente abajo como la última vez que esquié por estos lares hace años. Por suerte la nieve estaba todavía tratable y en un santiamén estábamos abajo.

Ya cansados pusimos las pieles por enésima vez para afrontar el último y tedioso kilómetro hasta La Farrapona , con una última sorpresa en el camino como este pedazo morrillu xelau desprendido de los techos rocosos bajo los cuales discurre la pista. Como le decía a Patri, la próxima vez que pase por aquí en invierno lo haré mirando para arriba...
Terminamos la ruta con el atardecer y  con muchas ganas de ducha y sofá tras este tour por estas tierras más alejadas de Somiedo.

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