
Por fin, y tras 2.5 km. pudimos calzar las tablas y comenzar la larga travesía por el solitario valle de Bustamores.
Con una nieve muy dura, pronto tuvimos que poner las cuchillas y con algún que otro cruce de algún reguero progresábamos bastante bien aunque la sensación era la contraria. El Robequeres se veía muy lejos todavía.
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Sin embargo, el viento arreciaba cada vez más y la sensación térmica cayó en picado obligándonos a abrigarnos con todo. Más arriba, el viento pasó a ser un auténtico vendaval, que nos impidió visitar la cumbre principal del Les Robequeres (2.108 m.), quedándonos a pocos metros. Evitar que los esquíes, bastones y demás material salieran literalmente volando fue nuestra única prioridad allí arriba. Nos recordó sin dudarlo a otra situación similar que sufrimos allá por los Alpes suizos.
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Afortunadamente una vez que nos pusimos los esquíes, al descender por el tubo característico que hay antes de la cumbre el viento aminoraba notablemente e incluso pudimos disfrutar de un poco de nieve polvo acumulada.
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En el resto de la pala, por suerte, encontramos también buena nieve, ya que el sol había logrado ablandarla, a pesar del viento.
Después, comenzando el descenso por el valle, encadenamos un par de tubos peraltados muy prestosos para esquiar con muy buena calidad de nieve.
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Tras una parada para comer todavía avanzaríamos un trecho apurando hasta donde se acababa la nieve. El resto hasta el pueblo otra vez caminando y otra vez jugándonos un buen costalazo por la pista de patinaje.
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