mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

sábado, 6 de junio de 2015

vuelta al Cantu l'Osu

Otra ruta tachada que rondaba por la cabeza hace muchos años pero que no me decidía a intentarla por gran el escoyo que hay que salvar para unir las dos vegas más famosas del parque natural de Redes. Pero como últimamente nos va la marcha, no me costó engañar a los sufridores habituales en estas empresas de exploración. Nos juntamos así en el coqueto pueblo de Bezanes (650 m.), Alberto, Patri, Damián y yo para arrancar pista arriba hacia la vega de Brañagallones.


Los dos primeros kilómetros son duros pero después el tema mejora mucho con largos tramos llanos.y suaves toboganes. El día que había amanecido cubierto y con niebla, allí arriba rápidamente despejó por completo permitiendo disfrutar del maravilloso paisaje.



A buen ritmo fuimos recorriendo la pista que discurre entre bosques y praos con las típicas cabañas de los ganaderos ubicadas en sitios privilegiados.


Tras un par de repechos nos acercábamos a la zona de los túneles donde el camino gira de rumbo y donde se puede contemplar las profundas y agrestes foces que forman la confluencia de afluentes del río Monasterio. 


Incluso tirando de zoom, podíamos distinguir perfectamente la fabulosa bajada que hicimos el año pasado desde el colláu Acebal hasta el mayáu de Mericueria.
Nada más atravesar el túnel, nos recibió una brisa de aire recalentado del sur que no presagiaba nada bueno, puesto que anunciaban tormentas por la tarde, a pesar de que siendo ya mediodía no había una nube en el cielo.  Lo que si estaba claro era que una vez abordonáramos la refrescante sombra del bosque, íbamos a sudar de lo lindo debido al calor...


Unos minutos más tarde ya disfrutábamos del vergel paradisíaco de la vega de Brañagallones (1.225 m.). Paramos a repostar agua y picar algo y continuamos camino de Valdebezón.


Comienza atravesando un bosque muy guapo, si bien pronto la pista "se cabrea" con una buena cuesta que nos obliga aponer todo el desarrollo hasta que por fin allana a la hora de cruzar un pequeño río de agua super cristalina.


Hicimos una parada para visitar este rincón tan guapo como refrescante lleno pequeñas cascadas  y pozas, dignos del mejor relato mitológico.




Proseguimos con bajo un sol con carácter plenamente estival alcanzando pronto la vega de Valdebezón (1.360 m.), que no visitaba desde hacía casi 20 años cuando llegué con una de mis primeras bicis de montaña. Cruzamos de nuevo el río y buscamos una buena sombra para comer que ya eran horas. Para entonces en cuestión de minutos fueron apareciendo como de la nada nubes de evolución cada vez más grandes que no hacían más que confirmar nuestros temores.


Hasta aquí llegaba la parte amable de la ruta. Por delante nos quedaba la incógnita de saber hasta que punto iba a ser de dura la remontada hasta el collado que nos diera paso hacia la vega Pociellu. Por supuesto, todo ello tirando o cargando con la bici a cuestasIntuíamos que fácil no sería, y menos con el sol de justicia nos estaba zurrando.


El paisaje cada vez más agreste contribuía a que la subida se endureciera cada vez más, aumentando la pendiente del sendero y la estrechez del mismo, lo que dificultaba sobremanera tirar de la bici. Por suerte, las nubes cada vez más amenazantes también nos sirvieron de parasol, porque de lo contrario hubiera sido mucho más penoso el ascenso....Finalmente tras una buena dosis de esfuerzo con la bici al hombro alcanzamos el ansiada collá Areneres (1.696 m.)


Se suponía que habían acabado las penalidades y era hora de disfrutar, aunque después no fuera así. Sin embargo arrancamos cuesta abajo sin contratiempos por un sendero trialero estrecho y difícil pero que rápidamente desembocaba en una campereta a media ladera con opción a seguir bajando por donde uno quisiera.


Tuvimos que pararnos a buscar la continuación del sendero que nos llevara al siguiente mayáu ya que no estaba muy claro por donde continuar. Dimos con él y seguimos por una zona mucho más incómoda por la estrechez del sendero y sobre todo por las escobas y piornos que intentaban cerrar el camino a tramos. Aún así llegamos rápido a la segunda campera situada sobre un canto redondeado y rodeada de bosque con espectaculares vistas a los Picos del Cornión, destacando la Peña Santa.


Llegados a este punto no hubo manera de encontrar la continuidad del sendero y probamos por otro marcado que nos llevó a la otra vertiente (puntos rojos) y que resultó ser sólo un camino de ganado para ir a beber, perdiéndose después en el bosque. Tuvimos que recular y retornar de nuevo a la campera. Este trayecto de ida y vuelta cargando con la bici y luchando contra las escobas y piornos nos dejó agotados y con las piernas bien despellejadas. Por otra parte el tiempo se había torcido definitivamente cayendo alguna que otra gotera, si bien tuvimos la suerte que la nube acabó descargando más abajo y sin aparato eléctrico. Aún así era tarde y había que tomar la decisión de o bien, volver hacia arriba a la collá Areneres y desandar todo, o lanzarse a la aventura y bajar como fuera...La primera opción no gustaba a nadie por el esfuerzo extra que supondría. Además habíamos visto desde la primera campera unos excursionistas que buscaban también el rastro del sendero y les perdimos la pista. Así que investigamos Damián y yo por separado y pensando de la misma forma acercándonos una faya grande y antigua nos encontramos confirmándome Damián que había llegado más abajo, que había encontrado el sendero y un jitu.
Aliviados superamos la barrera de piornos que nos impedía ver el camino y llegamos aun sitio donde incluso parecía ciclable a pesar de la fuerte inclinación y la gran cantidad de ramas sobre la hojarasca.


Pudimos bajar sobre la bici más de lo que pensamos, aunque no fue nada fácil. Tramos técnicos donde las ramas te hacían la puñeta contra los radios de las ruedas e incluso con alguna curva demasiado cerrada donde tuve que abandonar mi montura para no caer con ella, por lo que la situación fue como poco cómica con la bicicleta bien parada sobre el camino y yo sin poder frenar bosque abajo debido a la fuerte pendiente del terreno.
Más tarde por fin el terreno se despejó para nuestra alegría y podíamos atisbar las praderías de vega Pociellu (1.280 m)


Alcanzar descendiendo sobre la bici las impresionantes y verdes alfombras de este rincón del paraíso de Redes fue todo un regalo para los sentidos. A pesar de estar varias veces en esta vega me sorprendió lo guapa que es y más desde este ángulo con el ganado pastando plácidamente y el Tiatordos cerrando la postal.









Ahora sí que llegaba lo bueno....Estaba convencido de que el descenso en bici de todo el valle del río la Ablanosa desde vega Pociellu tendría que ser de lo mejor...y no me equivoqué,....todo un lujo para disfrutar una divertida y rápida bajada a través de bosque y más bosque.


Efectivamente, todavía fue mejor de lo que pensaba con tramos preciosos y la bajada larga,larga,...cundiendo sobradamente. Se nos olvidó rápidamente todo el cansancio y los dolores producidos por las "heridas de guerra" que no eran pocas.


Llegados a la braña L'Ablanosa (1.030 m.), aliviamos en su fuente la sed acuciante que arrastrábamos. Sin perder el ritmo continuamos el largo descenso pero ya por una pista con gran pendiente que al estar en obras, presentaba un firme muy irregular y embarrado por la lluvia caída, Este tramo fue sin duda el más peligroso porque costaba domar la bici con continuos culeteos.
Nos quedaba de postre un duro repecho para alcanzar la carretera de Tarna, para completar la panadera que arrastrábamos.


Finalmente, ya sobre la carretera, nos dejarnos llevar descendiendo bajo una lluvia intermitente mientras podíamos ver de donde veníamos y la vuelta que íbamos a cerrar alrededor del Cantu L'Osu. Cómodamente y relajados recorrimos los pocos kilómetros que nos separaban de Bezanes añadiendo un anillo más a nuestra lista.


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