Otra gran ruta que teníamos en cartera esperando, que si bien ya la habíamos hecho hace pocos años, esta vez la queríamos completar desde abajo en La Paraya sin el apoyo de dos coches para evitar subir Vegará en bici. En un día típico de verano con el borrín metido arriba en el monte, comenzamos en La Paraya (651 m.), atravesando las espectaculares foces de Rubayer, camino del intrincado pueblo que les da nombre en medio de los frondosos bosques que hay en esta zona. La temperatura era óptima para afrontar la dura subida que nos esperaba...
Las tremendas rampas de Rubayer, nos ponían las pilas para empezar el camino al puertu Vegará. Sin embargo, a pesar de la exigente subida progresamos a buen ritmo sin sufrir en exceso. Eso sí, con alguna que otra parada estratégica junto alguna fuente para tomar aire y refrescarnos.
Pasado lo más duro, la pendiente nos daba algún respiro atravesando preciosas brañas como Talabarda (1.130 m.) o el Penón (1.190 m.)
...o Carbayalín (1.245 m.), con su característico anuncio muy propio del humor que se gastan los alleranos
Después de un par de revueltas duras, volvíamos a respirar con un tramo de llaneo e incluso con algo de bajada hasta cambiar de vertiente. Para entonces ya estábamos sumergidos en el borrín que no parecía querer marcharse. Esa niebla que tan bien viene para subir más refrigerados nos impedía disfrutar del gran panorama que ofrece este puerto, pero para eso está el baúl de las fotos y encontré éstas de una visita hace ya 10 años en un día espectacular de Septiembre.
En la parte final, más llevadera, subimos con más alegría en el ritmo gracias al buen firme de la pista, aunque con la niebla se nos hizo más larga de lo pensado. Una vez arriba de Vegará (1555 m.) éste es el paisaje que debíamos contemplar, pero lejos de ver algo, no veíamos más de 15 m.
Paramos lo justo para abrigarnos porque parecía más bien que estuviéramos en un día de final de Octubre...hasta que en menos de 1 km. más allá, acabando la pista y descendiendo por tierras leonesas, el golpe del aire seco y caliente típico de Castilla nos devolvía al pleno verano.
Relajamos músculos durante la suave bajada de este puerto hasta llegar a Lugueros (1.197 m.), donde cogimos el desvío hacia Llamazares. Al poco fue entonces cuando Alberto y yo neutralizamos al "fugado" que no era otro que Damián que había salido antes para subir más "tranquilamente". Paramos a comer algo aprovechando una providencial nube que nos daba sombra, puesto que el sol a esas horas ya atizaba bien.
Continuamos por una nueva y cómoda carretera atravesando los pueblos bien arreglados de Llamazares (1.250 m.) y Redilluera (1.286 m.), y en éste último seguimos de nuevo por pista en dirección al collado Canseco (1.539 m.). Esta parte fue sin duda la más sufrida del día debido a el calor que nos dejó fundidos yendo por toda la solana y además teniendo que ir a pie tirando de la bici en el tramo final.
Arriba echamos un buen rato a la sombra para recuperarnos y refrescarnos del sofocón que traíamos encima. Habíamos pasado en un santiamén de pasar frío en Vegará a casi llevarnos una insolación subiendo a este collado. Por suerte, teníamos por delante una larga bajada. Primero sin sendero definido, para después continuar por pista.
La pista que es rápida en un principio se convierte después en un montón de morrillos sueltos, a cual más peligroso que hace bailar la bici como una cabra loca...hasta el punto de que sufrí un pinchazo en mi rueda trasera sin mayores consecuencias. Un cambio de cámara y a seguir descendiendo hacia el pueblo de Canseco, aunque la rueda parecía haberse descinchado y me temía otro pinchazo a pesar de haber revisado la cubierta que por otra parte ya le toca recambio.
Al llegar a Canseco (1.250 m.), efectivamente la rueda perdía aire y tras comprobar la rueda en el abrevadero de la fuente del pueblo, el parche que tenía no había aguantado el ritmo, así que ésta vez puse la última cámara de repuesto nueva que llevaba mientras otros con más suerte disfrutaban de la buena temperatura...
Solventada la avería, tras un buen remojón en la fuente, emprendimos la marcha por carretera todavía en descenso con pocas ganas de afrontar la última y larga subida del día.
Según bajábamos el calor volvía de nuevo, aunque el viento algo aliviaba. Llegamos a Pontedo (1.180 m.), punto desde el cual comenzaba el ascenso por carretera hasta el pueblo de Piedrafita (1.290 m.), durante unos kilómetros aburridos en falso llano con algún repecho y un viento en contra bastante molesto. Poco a poco nos íbamos acercando dejándose ver los neveros que todavía aguantan bajo la cumbre de Brañacaballo.
La carretera se transforma en pista al sobrepasar el pueblo de Piedrafita y a las afueras del mismo encontramos la última fuente cuya agua estupenda nos ayudó a mentalizarnos para alcanzar el alto del puerto que todavía veíamos muy lejos.
Como decía, esta ascensión es larga y pesada debido sobre todo al firme pedregoso de la pista que hace muy incómodo el avance, si bien la pendiente es muy suave en todo el recorrido. Una lástima que no tenga el firme de la pista de Vegará porque sería uno de los mejores puertos para subir en BTT.
Por otra parte, el entorno es bien guapo y solitario, muy característico de la vertiente sur de La Cordillera.
Sabiendo que se trataba del último obstáculo subimos con calma y sin agobios hasta que por fin encumbramos el puertu Piedrafita (1.683 m.), que nos devolvería de nuevo a tierras alleranas.
Tras la parada de rigor para descansar, abrigarse y de paso dar buena cuenta del resto del bocadillo, nos preparamos para lo que era el objetivo más codiciado del día....el fabuloso descenso de este puerto por la vertiente norte, sobre todo en su primera parte.
Las nubes habían subido algo de cota, lo suficiente para tener visibilidad plena en el camino, aunque no para el guapísimo paisaje que desde allí se divisa. Por eso pongo estas fotos de la última vez, durante un precioso día de comienzos de otoño.
Al igual que el descenso del otro día por Redes, los tres estuvimos de acuerdo en determinar que este primer tramo es de lo mejorcito que se puede encontrar para disfrutar de un descenso en MTB. De nuevo un video de los mejores momentos, si bien la calidad deja bastante que desear al tener que reducir su resolución, bien vale para percibir un poco de lo que hablo.
Terminado este alucinante tramo de velocidad, le sigue otro más trialero pero no menos guapo, por senderos de bosque entre fayes, que le dan más calidad si cabe al descenso...
...y así hasta la bucólica y preciosa braña de Campanal d'arriba (1.296 m.), donde paramos a repostar agua y enfriar los frenos que venían al rojo. A partir de este punto el camino cambia radicalmente ya que se presentaba muy roto con multitud de piedras y morrillos sueltos de todas las formas y colores. La conducción pasó de ser divertida a delicada y nos hizo sudar literalmente tanto como lo que nos había costado subir a este puerto. Así que con más o menos pericia y también una necesaria dosis de buena suerte, fuimos solventando los apuros que nos encontrábamos a cada vuelta de la esquina. No obstante, más abajo nos encontramos con el camino mucho más destrozado por el agua que la última vez, donde nos habíamos posado sólo un par de veces, y esta vez nos vimos obligados a realizar unos cuantos metros a pie.
El resto, nos la jugamos lidiando con el barro y lo que ocultaba junto con las hojas, hasta llegar a la aldea de Yananzanes (770 m.), y de ahí por vertiginoso descenso por caleya hasta el punto de partida en La Paraya completando esta exigente ruta de casi 60 km. y casi 2.000 m. de desnivel.
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