mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

sábado, 8 de mayo de 2021

vuelta al valle de Ricao

Va llegando la primavera a la montaña y es tiempo de cambiar de montura. Una vez más, un imprevisto de última hora provoca un plan B al acordarme de una ruta pendiente con la bici por una de mis zonas favoritas de Las Ubiñas. Aunque muy tarde, no están las cosas como para desaprovechar un día tan guapo, a las 14:00 h a pleno sol, comencé el circuito planeado partiendo del pueblo quirosano de Santa Marina (500 m). Primero carretera arriba 1 km muy cómodo hasta llegar al cruce donde arranca la exigente pista forestal que asciende los primeros 500 m de desnivel en 4 km. sin apenas descansos. De ahí hasta subirse al cordal sigue tirando fuerte la pista con alguna rampa que preferí subir a pie para ahorrar gasolina, hasta que por fin llegaba a una zona llana donde soplaba el viento para refrigerar.




Ganada  la cota 1.100 m, animaba ver que el paisaje se abría y que la ascensión se suavizaba para ciclar.


Aunque no por mucho tiempo porque quedaba por subir tal y como se dejaba ver en el horizonte.


Al igual que antes las rampas más duras, que por suerte no son muy largas, las hice andando para seguir ahorrando ya que además soplaba un fuerte viento del Sur que te frenaba por completo. Según se ganaba altura la gran pared norte de Pena Rueda cobraba protagonismo. Qué buenos recuerdos me traía de aquel vertiginoso descenso con esquís!.


La pista continúa con buen firme y sucesivos toboganes rompe piernas que  hasta que por fin se alcanza la parte cimera con vistas hacia la otra vertiente del valle de Ricao que sería por donde discurriría el largo descenso de vuelta.


Todavía restarían hasta alcanzar La Veiga (1.600 m) unos cuantos pequeños toboganes que empezaban a hacer mella en las piernas. Pero una vez allí todo se olvidaba disfrutando de este paisaje privilegiado de Las Ubiñas



A pesar de la hora tarde, en esta época bien se nota lo que crecieron los días, me dí un merecido descanso para reponer fuerzas comiendo en "la mesa con mejores vistas"...


....y entretenido con este potrín de pocos días practicando el galope bajo la atenta mirada de su madre y también con las preciosas florinas de la primavera incipiente en la montaña.




Pero aún quedaba ruta para rato porque no estaba ni a la mitad de recorrido. Me quedaba todavía un tramo mantenido en la misma cota con tendencia ascendente para alcanzar el cordal del Colláu Lingleo (1.637 m), desde el cual, era obligada la parada para contemplar por enésima vez este jardín de Las Ubiñas que son Los Puertos de Güeria.





Tocaba poner rumbo norte arrimándose a los espectaculares paredones del Ranchón y Los Güertos del Diablu .


Una foto del verano pasado viene bien para hacerse una idea de la última parte. Por delante, el descenso que intuía tan largo como técnico.




Comienza con un tramo por un sendero estrecho y volado pero bien guapo que bordea por la izquierda el Cuetu Pachón hasta llegar al canto de Los Tochos (1.561 m)


Lo siguiente es un descenso más pronunciado hasta la zona alta de los preciosos mayáos de Llaseiro siempre por sendero de tierra salpicado de algún escalón y morrillos varios, que si bien todo ello es ciclable resultó más técnico de lo previsto.


Tras una breve pero intensa bajada a todo tren por las alfombras verdes de Llaseiro (1.350 m), hago una breve pausa para descansar los brazos y los discos de freno que iban ya al rojo.


A partir de este punto bien sabía que la cosa se iba a poner más difícil, como así fue...Aunque con muchas menos paradas de lo que preveía para solventar pasos aislados y es que uno se iba calentando y apuré bien todo lo que mi técnica me permitió. Sobre todo a partir de Infiestas (1.100 m), que es donde comienza el caleyón empedrado por el bosque.


En dicho tramo, me baje en los pasos con escalones más altos llenos de morrillos, pero bien es cierto que en otros parecidos apuré metido en la "vorágine trialera" que buen susto dio a dos grupos de excursionistas que alcancé y que literalmente saltaron de un brinco para subirse al talud al verme aparecer de repente, puesto que es una zona apenas transitada por bicis y en medio del silencio del bosque, con el ruido que se mete bajando en bici, no me extrañó su sorpresa.


Tengo que reconocer que este tramo del caleyón me gustó mucho más de lo que podía pensar en principio y es que el final es bien guapo con mejor firme, más velocidad, siempre entre tupido bosque y cruzando regatos por puentes diminutos. Y así salí extasiado a la pista que baja de Trobaniello que en descenso a fuego en nada me planté en el pueblo de Bueida (750 m). Todavía más rápido, ya por carretera, Ricao (700 m) y luego al punto de inicio en Santa Marina (500 m) tras un entretenido descenso de 12 km.

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