mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

miércoles, 6 de enero de 2021

Trilogía navideña Aramo forever (III): Reyes

Bien pensaba que tras la fartura de nieve polvo que junto con Damián pillamos el día de Año Nuevo, nuestra cuota de "espolvorear nieve en nuestra Noruega Cantábrica" estaba ya cubierta para esta temporada. Pero para variar, como suele pasar en montaña, basta que des algo por hecho, para que ocurra lo contario...

Y es que todo cuadró para plasmar una idea que me rondaba acerca de la exploración de otras zonas del Aramo que me llamaron la atención desde la primera vez que pasamos por allí en una ruta de MTB. Aprovechando la nevadona hasta cotas bajas y un día que prometía mejorar, me reuní de nuevo con Damián en el pueblín de La Rebollá 650 m) conduciendo sobre carreteras nevadas al más estilo noruego.



Desde el primer momento nos sorprendió la cantidad y calidad de la nieve ya en cotas tan bajas, sin contar el paisaje que nos transportó ese día a no pocos lugares catalogados como paraísos del freeride.


Como era de esperar en un día de Reyes, ni un alma humana por la zona de que de por sí es muy poco transitada y en la que estoy seguro fuimos los pioneros en esquiarla.



Abriendo una buena huella calentamos bien pese al frío que fue permanente todo el día y pese a las obligadas paradas para fotografiar un paisaje fabulosamente nevado como pocas veces, alcanzamos rápidamente las puertas al paraíso, Entrecuetos (950 m) 

 



Ante nosotros esta parte trasera del murallón del Aramo al más puro estilo "Rocky Mountains" que nos atraía como un gigantesco imán y con esa sensación de aventura "into the Wild"


Sin rumbo definido nos metimos de lleno siguiendo la huella de la fauna salvaje, intentando no obstante buscar una ruta para poder salvar la muralla tras la cual está La Gamonal. Hasta no alcanzar la línea del bosque en su mayoría carrascos, no fuimos conscientes del gran paquetón de nieve que había, dejándonos mudos, más aún por estar todavía a no más de 1.100 m.






Menudo espectáculo metidos en la nevera, puesto que el sol todavía tardaría en iluminar esta zona que según ascendíamos nos llevaba desde las Montañas Rocosas a las montañas más norteñas del Japón...Todo ello con un fondo de típico paisaje asturiano.



La trinchera se hacía más profunda por cada metro que ascendíamos, dificultándonos no pocas veces para trazar el camino ya que a su vez la pendiente del terreno se acentuaba.

Sobre la cota de los 1.200 m, optamos por no seguir ascendiendo por precaución debido a los pequeños restos de purgas que nos encontramos, cambiando  lateralmente en busca de la posible salida en medio de un paisaje impresionante cargado de nieve. De hecho nos dimos cuenta que íbamos abriendo huella entre las copas que asomaban de los árboles.




Logramos rebasar la línea donde acababa el bosque y el paisaje se tornaba al de Los Picos de Europa, con las paredes tapizadas con una gruesa capa de nieve y hielo.




Y así continuamos fozando como xabalís una trinchera como las que nos tocó en su día por Noruega, hasta llegar al punto sobre los 1.300 m donde teníamos a tiro la canal que salva el final de la muralla. Sin embargo, viendo la enorme carga de nieve y la pendiente, continuar sería asumir demasiado riesgo tanto para subir como para bajar, por lo que dimos por bueno el sitio para disfrutar del fabuloso descenso que teníamos por delante.

La esquiada fue antológica con una nieve tan espectacular que sin duda nos quedará grabada para muchos años, más aún en un día soleado con visibilidad y relieve totales...Llegamos los dos abajo con la misma cara de incredulidad.


Apuramos el descenso todo lo posible hasta el nacimiento del Río Musa (950 m) sabiendo que por cualquier sitio la esquiada era de ensueño. Esta vez hubo consenso sin hablar siquiera respecto a repetir pero por la zona que habíamos subido por la mañana, ahora que relucía al sol. Hicimos una merecida pausa para reponer energías, y volvimos a la carga aliviados de poder aprovechar la huella que nos había desgastado lo suyo.



De nuevo disfrutábamos del trayecto que aunque conocido, bajo el sol se presentaba más espectacular si cabe.



Nos detuvimos justo al terminar el bosque, dispuestos a soñar despiertos otra vez con Proaza de telón de fondo, que parecía una isla verde acorralada de un mar de montañas nevadas. 

Unos minutos de disfrute para despedirnos de ese paisaje y nos lanzamos disparados disfrutando como lobos en la nieve, esquiando un apoteósico slalom entre carrascos hasta llegar a las suaves lomas de abajo.

Una última mirada atrás y continuamos pista abajo no sin dejar de disfrutar el panorama que cambiaba con las luces de la tarde que estaba quedando bien guapa.

Un par de recios caballos, fue lo único que nos encontramos en esta jornada por "tierras salvajes", hasta llegar a la civilización.



Terminamos así una jornada por un Aramo de ensueño literalmente al lado de casa, que nos dejó como a los dos guajes más felices con su mejor regalo de Reyes.


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