mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

domingo, 12 de abril de 2015

Pica del Jierru (Ándara)

Tras dos largos años, por fin puedo volver a esquiar en Los Picos justo antes de que se acabe la temporada. Llegando del viaje de vuelta y de nuevo en la tierrina no me resisto a visitar uno de esos lugares donde se puede sentir la esencia de Asturias. Es decir, mar y montaña todo en el mismo lote y a un sólo golpe de retina. Con ese panorama las ganas de subir otra vez a Los Picos se acentuaron más si cabe. Así que como para el domingo pintaba buena meteo y pensando en una ruta de un día me decidí por tirar para Ándara y de paso tachar una montaña más de las muchas todavía pendientes. El Jierru siempre me llamó la atención porque a parte de su estética es un pico con muchas posibilidades, sin contar además que se enclava en pleno corazón del macizo, que era lo que buscaba... perderme por esos lares para saborear más el rencuentro con mis queridos Picos.

Efectivamente el día fue espectacular. La única pega que podía ponerse era la temperatura, más alta de lo normal para la época. Partí del Jitu (1.300 m.) necesitando un porteo de poco más de 15 minutos hasta la majada de la Jazuca (1.350 m.) donde ya había nieve con continuidad para seguir con los esquís puestos a través de la canal de la Jazuca y después por la canal de las Vacas.


A la sombra seguía fresco y la nieve presentaba el rehielo nocturno típico de la primavera, así que la progresión fue cómoda y rápida hasta alcanzar el Casetón de Ándara (1.750 m.). Allí estaba el guarda y nadie más. De hecho me sorprendió la poca gente que había. Sólo un par de esquiadores por delante y que iban hacia la zona del Samelar. Para la otra zona de los pozos de Ándara que era hacia donde me dirigía yo no había nadie. Sin embargo, antes de continuar cambié de planes y me encaramé para seguir por el camino hacia las Minas de Mazarrasa y después continuar por las traviesas del Grajal Alto que no conocía y por otra parte tampoco me apetecía empozarme por el laberinto de jous y optar por el camino más corto.


Lo que en verano debe ser un camino fácil y cómodo, con nieve y a la sombra fue más complejo y pesado con ladeos muy inclinados y expuestos en algún punto debido a la nieve dura y el hielo existentes. Vamos!, un buen recordatorio de lo que exigen Los Picos en invierno. Por otra parte además tuve que cruzar un par de grandes lenguas de antiguas avalanchas de gran tamaño, por lo que desde luego no es un camino recomendable en invierno ya que si no es por el peligro de aludes, lo es por los ladeos con hielo.


Solventado el paso, de nuevo me paso a la ladera soleada comprobando el cambio radical de la nieve, que se degradaba rápidamente por el sol que ya empezaba a zurrar bien. Me quedaban por delante las traviesas del Grajal de abajo aunque como se puede ver en la foto unos cuantos metros por debajo de la nieve, ya que la Pica del Jierru al igual que el jou Lleroso (1.928 m.) aparecían bien atacados de nieve.



Con paciencia, poco a poco, fui ganando altura hasta asomarme a la jorcadina de arriba que da vista a los desventíos sobre la canal de Jierru. Desde este punto la cosa se pone pindia y se imponen los crampones y piolet hasta la cumbre por la cresta cimera.



A escasos metros de la cumbre dejo las tablas ya que se interrumpía la continuidad de nieve y afloraba unos buenos planchones de hielo viejo muy duro bajo la nieve fresca y las rocas. Eran pocos metros pero lo suficientemente delicados como para ir con ojo con crampones de verdad y no de esos de "pichiglass" que se ven por ahí, ya que un patinazo y sólo hay que esperar por cual de las dos escupideras sales volando.


Prácticamente arriba en la cumbre cambia el asunto por completo porque la cima redondeada de La Pica del Jierru (2.424 m.) es perfecta para disfrutar del fabuloso paisaje. Mejor si cabe apretándose un buen bocata como fue en mi caso con una temperatura perfecta y sin viento.


Guapas vistas sobre el los Lechugales y compañía aunque sin duda lo que acapara la atención son los Urrieles o Macizo Central que se veía espectacular y todavía bien cargado de nieve. Desde Peña Vieja, pasando por los Tiros Navarro, Picu Urriellu, Torrecerredo, etc.. hasta Peña Castil y los Albos.



Todo un regalo para deleitarse con cada detalle de cada pico y valle hasta la misma costa con el siempre presente mar Cantábrico

Terminada la comida de lujo en la mejor mesa posible, apuro unas últimas fotos y vuelvo sobre mis pasos hasta donde había dejado los esquís que muy obedientes me esperaban en la repisa que les había tallado en la nieve.


Como en muchas ocasiones en Los Picos, el inicio del descenso es la parte más delicada, si bien buscando ese día las vertientes norte esperaba una nieve decente. Y así fue, había una fina capa de nieve fresca sobre nieve dura homogénea, aunque eso no quitara los patios que se intuían a cada lado de la cresta. Sin llegar a ver la continuidad de la pala, desde abajo ya había visto un pasillo para bajar directo, y con cuidado para coger el camino correcto voy descendiendo por la parte más pindia que andaría por los 45º con la gran sorpresa de encontrarme una capina de de nieve polvo preciosa, arrastrando conmigo cortinas de nieve espolvoreada. Increíble con el día casi veraniego que hacía. Como solemos decir los que conocemos estas montañas, a partir de los 2.000 m. es otro mundo.
Un poco más abajo, me cambio de calle para evitar los restos de pequeños aludes y así coger la gran pala final por la zona más homogénea. Aquí la nieve era ya primavera pero de buena calidad. Y así hasta el fondo del jou completando un descenso muy guapo.



Como decía un gran descenso que me dejó con muy buen sabor de boca y con más ideas para próximas visitas. Adjunto también una foto con sólo unas horas de diferencia de Galerna, asiduo también como yo del foro Picos, y donde señalo todo la trayectoria del descenso.



De regreso no puedo evitar volver la mirada hacia atrás contemplando el juego de luces y sombras de las nubes que van llegando y que resaltan mis huellas efímeras.



Por delante me quedaba un suave descenso donde había que afinar con la navegación entre los jous de los llamados los Vallejucos para evitar remar lo menos posible hasta llegar a los pozos de Ándara y no perder la inercia abriéndome paso entre la nieve pescadería y un sol que recalentaba de lo lindo dentro de los jous.


Superado el corto repecho para asomarse al Casetón, lidiando con una nieve fundida y los patatales de las huellas antiguas, paso sin parar saludando al guarda y de nuevo por la canal de las Vacas hasta la majada de la Jazuca donde acababa la nieve.


Un paseo hasta el coche y después una parada obligada en Sotres que se veía igual que uno de esos pueblos bucólicos de los alpes suizos, y donde aproveché a repostar con una buena cerveza, Más abajo tampoco me resistí a fotografiar al Cares, que como siempre muestra un color único....lo que para mí es el río de la Sidra.


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