Muchas veces algunos planes estudiados hace ya tiempo, sin saber por qué, cobran vida propia y vuelven solos a rondar por la cabeza esperando el momento oportuno para expandirse rápidamente como un virus. En este caso, una foto reciente de una actividad en el foropicos fue el detonante. En un instante tracé la línea imaginada...
La última vez hace dos años que estuve en Peña Castil, allá a mediados de mayo, me asomé a ver cómo se veía esta atractiva canal, pero a pesar de que en aquellas fechas tan avanzadas seguía habiendo mucha nieve arriba, la canal estaba ya bastante pelada, así que me conformé con la siempre estupenda esquiada de la palona norte de Peña Castil, Vega los Tortorios y Canal de las Moñas.
Retornando al presente, vuelvo a la carga aprovechando la buena predicción meteorológica, algo indispensable para este tipo de actividad. En cambio la temperatura volvía a ser demasiado alta para la nieve y para mí, ya que el tramo de porteo desde el aparcamiento de Pandébano (1.100 m.) hasta alcanzar la nieve a la mitad de la Canal de las Moñas a unos 1.600 m. fue lo más duro del día.
Por fin sobre la nieve, el paso lento pero uniforme del foqueo, ayudado también por una refrescante brisa marina me entona y vuelvo a coger el ritmo habitual. Abajo van quedando las verdes camperas con la primavera a punto de estallar. Por contra, al llegar a la majada de Las Moñas (1.909 m.) entro definitivamente en el mundo blanco de Los Picos, vislumbrándose ya los señores de la zona.
El trayecto por la Vega de los Tortorios siempre es agradable ya que la excepcional suavidad del terreno permite ir cogiendo altura cómodamente hasta llegar al famoso mirador cercano al Cabeza de los Tortorios. Desde este lugar bien conocido las palabras sobran y el paisaje cambia radicalmente con la omnipresencia del Picu y sus acompañantes de lujo.
Mirando hacia Peña Castil se adivinaba la nieve reciente de los últimos días aunque como suele pasar a menudo por esta época, la dorsal central y la cumbre estaban bastante peladas de nieve. Aún así, hasta la entrada a la canal NW la palona se presentaba impecable.
La bajada hasta la jorcada de Camburero (2.051 m) todavía se podía hacer esquiando donde aproveché a reponer fuerzas y valorar si tirar directamente hacia la canal olvidándome de la cumbre que parecía sin continuidad de nieve. Pensé finalmente que mejor verlo “in situ”, que nunca se sabe...
Así que con calma comienzo la larga subida por esta enorme pala norte, si bien gracias a la estupenda calidad de la nieve y la temperatura más fresca pude subir con mucha comodidad.
Más pronto de lo previsto ya estaba asomado a la deseada canal que se mostraba con un aspecto espectacular. Definitivamente hoy si estaba a punto de caramelo...No obstante eché un vistazo hacia arriba y ví la posibilidad de encontrar un camino de nieve hasta la cumbre. Viendo que iba bien de horario no me lo pensé dos veces y arreé para arriba porque el descenso planeado no podía ser de otra manera que desde la cumbre.
Con unas cuantas vueltas maría en poco espacio y gran inclinación pude encadenar con las tablas hasta la cima de Peña Castil (2.444 m.) que como es bien sabido regala una de las mejores vistas de Los Picos.... Empezando por el macizo Oriental o Ándara...
...y acabando por lo más
famoso del macizo de los Urrieles.
Con un día tan guapo, imposible no tomarse un tiempo para disfrutar de esta cumbre, aunque no demasiado que ya aparecían las nubes de evolución que predecían el mal tiempo para el día siguiente.
Llegaba el momento de ir despejando las incógnitas que el descenso de esta canal desconocida para mí me planteaba. Empezando por el estado de la nieve que parecía ser óptimo, el paso del famoso bloque empotrado y después el descenso hasta conectar con el camino de la Vega de Urriellu. Efectivamente en la primera parte del descenso por la pindia ladera noroeste la nieve estaba perfecta facilitando el paso por las estrecheces antes de encarar la canal propiamente dicha.
Situado en la parrilla de salida en el filo de la cresta con las puntas en el aire hacia la canal y de igual forma con las colas hacia la pala, me tomo unos segundos para disfrutar del ambientazo que ya me tiene ganado por completo.
Me lanzo para abajo por las primeras pendientes más inclinadas de 45º gozando a tope con una nieve perfecta para este tipo de canales. La canal se deja querer con buena anchura, buena nieve, buena inclinación y no digamos nada del ambiente 100% puro Picos allí metido en plena soledad que parece más bien que me sienta en las montañas del fin del mundo.
Pero a pesar de ir comiendo metros absorto, la impactante presencia del Picu Urriellu es capaz de frenarme bajando cuestorros de más de 40º. No queda más remedio que pararse de vez en cuando para saborear mejor el momento.
Al poco ya se adivinaba el obstáculo clave del día, pero no pensaba frenar hasta acercarme bien al bloque. Además las distancias engañan y con gusto comprobaba que quedaba más de lo que parecía. Finalmente llego junto al bloque comprobando que por su derecho había un pasillo de nieve pero por desgracia al acercarme pude ver como la rimaya ya se había abierto en dos grietas insalvables. Seguramente de haber ido un par de semanas antes hubiera pasado con los esquís.
De todas formas la cantidad de nieve era todavía muy importante y pude destrepar sin problemas por el lado izquierdo hasta ponerme sobre el filo de la segunda grieta.
Otra cosa fue calzar de nuevo las tablas haciendo equilibrios con cuidado a no romper más la grieta y colarme por ella. Ya con la seguridad que me da estar en estos sitios con los esquís puestos todavía me quedaba un tramo bien guapo hasta el fondo del jou del Carnizoso (1.950 m.) con una nieve más pesada pero muy tratable todavía.
Acabada por completo la famosa canal me sorprende la belleza de este rincón puramente Patagónico, lleno de torres, agujas, canales y picachos, sin contar con la apabullante cara norte del Picu y al asomarse hacia el otro lado la no menos espectacular transición de paisajes que llega hasta la costa llanisca y el también omnipresente Mar Cantábrico.
Vamos, sin duda, uno de
los jous más salvajes que ví por Picos y que pasa a ser uno de mis preferidos.
Parecía que lo más complicado estaba ya resuelto, pero encontrar el camino correcto hasta conectar con el camino de la Vega de Urriellu resultó bastante complicado, errando hasta tres veces buscando la continuidad de nieve que ya estaba muy estropeada y con unas pendientes y estrecheces en algún punto que me hacían dudar si realmente estaba donde debería estar...
Por suerte la última elección fue la correcta y acabé desembocando sobre la huellas del camino hacia la Vega de Urriellu justo antes de Las Traviesas cuando toca remontar hasta Collado Vallejo. Ahora sí que podía relajarme y aproveché para comer cuando ví a la única persona del día y que regresaba de arriba renegando por la pésima calidad de la nieve para caminar. Venía reventado y no era para menos puesto que regresaba de dormir con tienda en el jou de Cerredo.
Por mi parte con calma y resignación me dispuse a portear con todo hasta Pandébano, si bien esta vez había metido en la mochila unas botas ligeras en previsión a un insufrible y largo pateo de vuelta con las botas de esquiar.
Con la tarde que estaba quedando me lo tomé con calma disfrutando del paisaje que uno no cansa de ver las veces que hagan falta.
A pesar del cansancio y el peso de la mochila no apetecía irse de esas postales...
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