mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

sábado, 17 de mayo de 2014

Breithorn (Zermatt - Suiza)

Con apenas 4 horas de sueño, vamos despertando en el tren que nos lleva a Zermatt, donde desembarcamos a primera hora de la mañana con un dìa espléndido y las postales en directo que puedes contemplar sin cansarte una y otra vez del Matterhorn. Pero para llegar aquí, primero tuve que despedirme de las hermosas tierras Bávaras del Allgäu que estuve explorando durante el invierno y la primavera, y después preparar el retorno a casa pero haciendo un alto en el camino en los Alpes suizos y franceses, reuniéndome con Carlos en el aeorpuerto de Ginebra.



Tras dejar resuelto el tema del alojamiento en el albergue, nos dirigimos al punto donde parten los teleféricos que te suben hasta el Klein Matterhorn a nada menos que 3.820 m. volando sobre espectaculares glaciares sin contar con la presencia del Matterhorn. Sin aclimatación, sabíamos que aunque el terreno es suave allá arriba, mejor tomarse las cosas con calma y no sucumbir a las ansias de ir deprisa.


La idea inicial era subir el Castor, si bien cuando nos asomamos al final del plató glaciar para ver el recorrido, nos entraron serias dudas por diversos motivos: necesaria pérdida de altura que a la vuelta podría hacerse muy dura de remontar con el factor importante de la falta de aclimatación, la meteorología que fue nuestro caballo de batalla esos días con entrada de nubes al medio día, y por último la calidad de la nieve que se presentaba helada y encostrada pese a las nevadas recientes.



Decidimos dejarlo para otra ocasión, ya que es más aprovechable esta montaña si se conecta con los refugios de la vertiente italiana. Así que, aunque ya lo conocíamos, optamos como la mayoría de la gente, por subir al cercano Breithorn. Yo que había descendido hasta los 3400 m. para echar un vistazo, cuando tuve que remontar otra vez hasta la altura de Carlos, comprobé lo acertada que fue nuestra decisión porque me supuso un desgaste físico desmedido...Estaba claro que íbamos a sufrir para coronar este pico.


Una pausa necesaria para beber y comenzamos la subida de la pala sur con paso de procesión para estabilizar las pulsaciones del corazón que iba revolucionado. Poco a poco me fui encontrando mejor consiguiendo un ritmo llevadero aunque la barrera de los 4.000 se hacía notar.



La subida en la parte final donde aumenta la pendiente se nos hizo especialmente dura, aunque el tramo por la cresta cimera hasta la cumbre te daba buenas excusas para parar y admirar el fabuloso paisaje. Nos consolamos con que no éramos los únicos, ya que la gente también subía sufriendo e incluso adelantamos a un par de grupos. Todo fuera por preparar una buena aclimatación para los días siguientes.



Por fin en la cumbre a 4.165 m., se acababan las penurias y nos dispusimos cómodamente a disfrutar del panorama en primera fila mientras comíamos algo. Era visible nuestro siguiente objetivo: el refugio del Monte Rosa, rodeado de enormes glaciares.



Las nubes ya empezaban a llegar, sumergiéndonos a ratos en bancos de niebla que nos ratificaba la decisión tomada. Esperamos un claro y a esquiar!. La primera parte con bastante buena nieve pero que cambiaba rápidamente para acabar con una costra de pesadilla. 


Una vez más hubo que emplearse a fondo para salir airoso del patatal hasta llegar a la zona baja con una nieve más domable por estar más recalentada por el sol. Desde luego que esta montaña es mejor bajarla en invierno con nieve polvo o en verano con nieve primavera.




Esquié con giros largos la parte final para dejar finalmente correr a tope los esquís por el plató hasta alcanzar el punto donde ya se puede conectar con las pistas de ski. Mientras, a Carlos le tocaba sufrir las limitaciones del split-board en este tipo de terrreno.


Por camino ya conocido descendimos por las magníficas pistas de ski, que como siempre tienen una gran calidad de nieve. Largas bajadas que dan tiempo para deleitarse esquiando y admirando el paisaje que nos rodea acaparando la atención el omnipresente Cervino o Matterhorn, pero también la imponente cara norte del Breithorn.


Alcanzamos la estación intermedia de Trockener Setg (2.939 m.), lugar donde ya seguiríamos descendiendo por la pistas de ski ya cerradas con nieve primavera bastante buena a pesar del calor y el pueblo de Zermatt a nuestros pies todavía muy abajo.


Acabada esta larga bajada llegamos hasta Furgg (2.432 m.), donde enlazaríamos con la mítica pista negra en la que tanta adrenalina gastamos mi primo Alberto y yo el invierno pasado con auténticos descensos de vértigo a más de 80 km/h y una nieve de 10. Sin embargo en esta época apenas era reconocible pero mantenía todavía nieve suficiente como para permitirnos seguir comiendo metros esquiando.


Ratoneamos todo lo que pudimos y apuramos hasta llegar hasta la primavera incipiente del valle a escasos metros de Furi (1.867 m.), donde tomamos el teleférico que nos dejaba en Zermatt.


Más de 2.200 m. de desnivel esquiando que no está nada mal para estas fechas....

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