mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

sábado, 1 de octubre de 2005

Los Portillines

Los Portillines son una hilera de de picachos de 2.200 m.s.n.m. que no dejan indiferente a nadie. Su aspecto feroz, formando una cresta llena de agujas a punto de venirse abajo, tal y como corresponde a la calidad de la roca en Ubiña, hacía tiempo que me había despertado la curiosidad después de escalar en invierno la primera de sus cumbres. Estas son las dos caras de la moneda donde no hay "cara", sólo "cruz y cruz"


No me cuesta convencer a Damián y para allá nos fuimos, aprovechando el buen tiempo otoñal. El acercamiento hasta la Forqueta del Portillín igual de pesado que siempre. Da igual que se suba en verano o invierno porque se hace siempre duro. Una vez ganado este paso, trepamos hasta la primera cumbre sin grandes dificultades, aunque la roca en esta zona precisa un escaneo detallado antes de agarrase a algo.

       

Desde aquí vemos lo que nos queda, que no es poco a pesar de la engañosa cercanía de la última cumbre. Comenzaba con un pequeño rápel, antes de continuar con múltiples destrepes y varadiadas trepadas antes de alcanzar la útima y afilada cumbre.

                  

Para entonces ya habíamos tenido una buena dosis circense con los númeritos para no marchar con media montaña abajo. Realmente la calidad de la roca es pésima y según avanzas peor... Pero todavía nos quedaba el postre, que no era más que el último rápel hasta tocar suelo consistente. Desde una reunión precaria donde todo se mueve, la cosa pintaba peliaguda.

  

Para nuestra sorpresa, los sólo 30 m. de cuerda doble que llevábamos y que deberían ser suficientes para llegar directos al suelo, resultaron escasos, por lo que después "corretear"  un poco horizontalmente por la pared alcanzamos una zona factible para destrepar hasta el suelo.
Y así acabamos la jornada retornando por el plácido valle de Covarrubia.



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