Hubo que esperar a estar metidos en mayo para pillar por fin un de semana soleado, así que estaba claro que había que aprovecharlo para acercarse a Los Picos... Como el teleférico de Fuente Dé estaba cerrado por mantenimiento y viendo que había todavía nieve hasta la cota 1.500 m pues nos decantamos Damián y yo por el Cornión y el sábado por la tarde tiramos para Vegarredonda con la idea de hacer actividad el domingo.
Transitar por la Vega de Enol es siempre un deleite para los sentidos y un "chute" de ganas por estar allá arriba por las Peñas Santas.
No quedaba otra que echar paciencia y abstraerse con los conocidos pero siempre fabulosos paisajes del Cornión, dándonos cuenta de la gran cantidad de nieve existente para esta época, más incluso que otras veces un mes antes.
Al día siguiente ya estábamos en marcha a las 8 porque anunciaban un buen calentón y nubes de evolución después del mediodía. Así que arrancamos por el Caleyón del Francés dirección a Los Traviesos que Damián no conocía y a mí me traía muy buenos recuerdos de la última vez.
A partir de este collado se interna uno en un mar ondulado blanco salpicado de grandes furacos que esconden peligrosas simas, sin contar las que quedan tapadas por unos cuantos metros de nieve. Desde luego que no es un terreno para andar sin esquís o raquetas de nieve...
Al igual que la primera vez hace años, de nuevo este Caleyón nos sorprendió porque aunque a primera vista parecía imposible, se iba abriendo según descendíamos una pista de ski formando una serie de pasillos encajonados entre el caos de caliza que nos llevaba hasta las mismas puertas del refugio...
Allí arribamos de nuevo y bien sofocados porque el calor transitando esas zonas resguardadas era importante. Tras el obligado descanso para reponer fuerzas, volvimos a engordar nuestras mochilas con todos los bártulos y así con mucha calma retornamos a la primavera casi veraniega despidiéndonos de las cumbres blancas del Cornión que tan buen sabor de boca nos dejaron.
Sin embargo, esas ganas no quitan tener que cargar con todo a cuestas para sufrimiento de nuestros desacostumbrados hombros, acomodados a mochilas ligeras de un día...Y es que por mucho que aligere uno, hay que ir con toda la artillería tratándose de Picos por lo que la mochila toma carácter de armario.
No quedaba otra que echar paciencia y abstraerse con los conocidos pero siempre fabulosos paisajes del Cornión, dándonos cuenta de la gran cantidad de nieve existente para esta época, más incluso que otras veces un mes antes.
Llegamos al refugio de Vegarredonda (1.460 m) poco antes de la hora de la cena y posterior disfrute de la puesta de sol. La primera de la temporada...
Al día siguiente ya estábamos en marcha a las 8 porque anunciaban un buen calentón y nubes de evolución después del mediodía. Así que arrancamos por el Caleyón del Francés dirección a Los Traviesos que Damián no conocía y a mí me traía muy buenos recuerdos de la última vez.
Pasando la Vega el Bolu y alcanzando El Mosquil (1.786 m) se podían observar los grandes contrastes que tanto me gustan de Los Picos y más aún en este macizo, teniendo en frente el invierno de la alta montaña y detrás, la primavera de los valles que terminan en el Mar Cantábrico.
A partir de este collado se interna uno en un mar ondulado blanco salpicado de grandes furacos que esconden peligrosas simas, sin contar las que quedan tapadas por unos cuantos metros de nieve. Desde luego que no es un terreno para andar sin esquís o raquetas de nieve...
Cogiendo altura es imposible no caer rendido a la belleza cambiante de la Peña Santa de Enol o Torre Santa María, sin duda una de las más guapas de Los Picos de Europa.
Tal y como pronosticaban las previsiones, el sol ya calentaba bien a pesar de la hora temprana. La última parte se nos hizo larga, pero finalmente alcanzamos el collado (2.200 m), previo a la subida propiamente dicha de Los Traviesos.
La inclinación de la montaña manda y es necesario ascenderla con crampones y piolet, si bien ya teníamos la huella hecha de los que habían subido el día anterior. Aún así, daba pereza ponerse a subir con todo a cuestas otra vez, temiendo que la nieve nos estuviera suficientemente dura.
Curiosamente fuera de la antigua huella la nieve aguantaba bien y poco a poco nos dejó subir con más comodidad y más frescos de lo esperado los 200 m de esta pala norte de Los Traviesos.
Por fin en la cumbre de Los Traviesos (2.390 m) el espectáculo visual era apabullante...Creo que es la montaña con mejores vistas del Cornión.
Nunca mejor dicho, no sabía uno hacia dónde mirar...pero bueno, resumiendo fue algo parecido a esto:
Los Urrieles en todo su esplendor |
La reina de Los Picos...Peña Santa |
Lago La Ercina | Jorcada Santa María |
Torco y Tres Marías
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sector La Palanca - Llambrión
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Picos Santa Ana - Peña Vieja - Tesorero
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sector Picu Cabrones - Torrecerredo
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Y por supuesto la foto de rigor de cumbre que disfrutamos un buen rato bajo un sol radiante de mayo aunque frío a esa altura.
Vamos!, estaba para darle al "pause" y quedarse allí horas mirando...pero había que bajar antes de que empeorara tanto el día como la nieve. Por delante teníamos 1.000 m de descenso esquiando hasta el refugio con tres partes bien diferenciadas: la primera parte, la pala norte de Los Traviesos que pillamos con buena nieve disfrutando de sus buenas pendientes.
La segunda parte, esquivando el caos de simas y arrimándonos al Pico Los Asturianos, para enfilar la larga bajada hasta El Mosquil
A media bajada navegando entre lomas redondeadas para no empozarse en los jous, la nieve sucumbía a los calores del medio día y estaba muy pesada suponiendo un esfuerzo extra desplazarla para hacer los giros. Por otra parte, veíamos numerosas coladas de aludes de fusión cediendo al calor y la pendiente.
Gracias a la huellas del día anterior pudimos sin apenas remar, alcanzar El Mosquil y continuar el "rallye" del Caleyón del Francés...
Al igual que la primera vez hace años, de nuevo este Caleyón nos sorprendió porque aunque a primera vista parecía imposible, se iba abriendo según descendíamos una pista de ski formando una serie de pasillos encajonados entre el caos de caliza que nos llevaba hasta las mismas puertas del refugio...
Allí arribamos de nuevo y bien sofocados porque el calor transitando esas zonas resguardadas era importante. Tras el obligado descanso para reponer fuerzas, volvimos a engordar nuestras mochilas con todos los bártulos y así con mucha calma retornamos a la primavera casi veraniega despidiéndonos de las cumbres blancas del Cornión que tan buen sabor de boca nos dejaron.
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