mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

domingo, 4 de febrero de 2018

Aramo for ever 2018


Una vez más cumplimos nuestro peregrinaje a esta montaña sagrada de los Astures que ansiamos cuando nieva en condiciones...Y es que este invierno a pesar de haber estrenado temporada desde inicios de diciembre el bamboleo de temperaturas nos relegó a salidas por el puerto de San Isidro buscando las condiciones mejores en cuanto a espesores y calidad de nieve. Pero la nortiá no acababa de llegar hasta que por fin se abrió el grifo polar y nos obsequió con una buena nevada.
Así pues, nos plantamos Damián y yo en Viapará (750 m) nevando ya desde abajo del valle trapiando muy guapo...hasta que en un momento se abre paso entre las nubes un sol reluciente  permitiéndonos contemplar el Aramo en todo su esplendor.


Caminamos un rato por la carretera sin saber que la máquina quitanieves había limpiado hasta un poco más arriba, pero mejor así para disfrutar del paisaje que estaba precioso como siempre.



Pronto pusimos pieles y foqueando por un camino para atajar llegamos a la carretera donde ya cubierta de nieve presentaba cada vez mayor espesor y con la suerte de encontrar huella hecha.


Avanzamos a buen ritmo y con el sol que aguantó unos cuantos minutos agarramos una buena sudada hasta que el cielo se cubrió de nuevo y vuelta a nevar débilmente...Como es ya costumbre en el Aramo invernal,  durante el trayecto te regala estampas de postal


Pasando por la zona de la braña Cobayos donde se inicia la temible cuesta de  La Cueña les Cabres (1.250 m) aprovechamos resguardados bajo los carrascos para reponer fuerzas ya que nos quedaba por delante lo más duro del día.


A partir de este punto abandonamos la comodidad de la huella y las pendientes "suaves" para encarar la ruta prau arriba en medio de una intensa nevada.


Buena trinchera hubo que fozar para abrirse paso en la fuerte pendiente de una de las mejores "pistas" de powder ski. De nuevo a sudar a chorros aunque con la suerte de encontrar la huella de unos que subían por el camino antiguo.


Eran un grupo de esquiadores que buscaban también la ansiada "pista" y allí quedaron mientras que nosotros proseguimos hacia arriba en busca de apurar al máximo lo que bautizamos Damián y yo la "directísima".


La nevada apaciguaba lentamente pero la niebla se hacía dueña del lugar y nosotros navegando entre texos y carrascos por rincones que destilan pura magia...


Alcanzamos la cota 1.500 y allí lo dejamos sabiendo que desde este punto para arriba el paisaje kárstico como el de Picos en medio de un mundo blanco y con niebla sin referencias está vetado con este tiempo. Así que nos preparamos para el gran descenso esperando con la paciencia de los lobos una pequeña ventana que nos diera algo de visibilidad frente al "muro" que teníamos debajo...


Nos encomendamos a los Dioses que custodian esta montaña sagrada y cuando aquello parecía que ennegrecía cada vez más vislumbramos una tenue luz que ganaba terreno entre la niebla hasta que de repente pudimos ver a través de una diminuta ventana entre las nubes a Uviéu bajo el sol y éso sólo podía significar que llegaba nuestro momento...Esperamos un poco más a que el relieve se dejara ver y nos lanzamos a espolvorear a toda máquina.


Una primera manga con muy buena nieve polvo en la que no obstante tocamos alguna piedra, pero nada serio. Después avanzamos hacia la puerta escondida entre carrascos que nos daba paso a la mega pala de la "directísima"...


...y al llegar, un powder profundo no hacía más que presagiar un bajadón con el más puro ambiente Noruego-Cantábrico.


Fantástica esquiada como siempre: pendiente, nieve y paisaje perfectos que disfrutamos metro a metro a pesar de que la velocidad no era baja precisamente.




Por si fuera poco unos tímidos rayos de sol ayudaron a tener una visibilidad del relieve perfecta con lo que el goce fue completo permitiendo darle estopa al descenso sin dejar de parar de vez en cuando para saborear los 1001 rincones alucinantes que guarda el Aramo.


Continuamos sabiéndonos de lo que quedaba que no era poco y manteniéndonos en la nube de polvo que nos hacía flotar monte abajo.


Y así bajamos y bajamos hasta los últimos praos que mantenían la calidad de la nieve como pocas veces antes de llegar a la carretera que apuramos esquiando hasta el punto donde había limpiado la quitanieves.

Luego, un breve paseo hasta el coche justo cuando se cubría el cielo otra vez para una nueva descarga no despedíamos del Aramo hasta la siguiente cita.

Una semana después volví con Patri y Jorge a probar nuevas variantes y descubriendo rincones al más puro estilo canadiense, aunque si bien en la parte alta disfrutamos de buena nieve, en las cotas bajas los cambios de temperatura habían "cocinado" una perfecta nieve costra profunda infernal que nos hizo sudar más yendo hacia abajo que hacia arriba...


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