Por fin salgo del parón veraniego que tuve que hacer por motivos de salud y ahora con la situación normalizada pues era hora de retomar les xatáes que nos regalamos de vez en cuando sobre la bici...
El año pasado ya habíamos leído acerca de esta exigente ruta y "para no perder las buenas costumbres" pues qué mejor para desengrasar que una buena ruta montañera!..Aún así no las tenía todas conmigo después de más de dos meses sin más deporte que tumbarme en la playa y a última hora pequeñas salidas en bici y algún baño de surf...Con todo ello partí de Proaza (208 m.) junto con Alberto y Patri que sí ya tenían rodado repeticiones como para desengrasar de lo lindo tales como las que parten de Zurea, Xomezana, o al mismo Angliru.
A buen ritmo ciclamos por la Senda del Oso, tomando la variante quirosana, abandonando la misma para tomar el cruce de la carretera que sube a Bermiego.
A buen ritmo ciclamos por la Senda del Oso, tomando la variante quirosana, abandonando la misma para tomar el cruce de la carretera que sube a Bermiego.
Comenzamos la subida con buenas sensaciones por mi parte, cosa que me tranquilizó porque a partir de Bermiego la cosa se iba a poner peliaguda. La carretera gana altura rápidamente y aunque da descansos cuando toca pendiente hay que apretar...hasta el punto que al final con tanta revuelta se empezaban a hacer largos los "sólo" 4 kms. y pico.
Alcanzado Bermiego (790 m.), nos dimos un respiro para comer y beber algo en previsión de lo que nos esperaba...que a pesar de ir avisados resultó peor de lo que nos imaginábamos.
....y es que tras atravesar este típico pueblo de montaña famoso por su texu milenario, aparece un largo y recto cuestorro todavía asfaltado que se presenta como un auténtico muro con un 25% de pendiente y que nos dejaba a Alberto y a mí al límite de lo tolerable, acabando justo antes de que ya uno pensara en desistir y posarse de la bici como hizo Patri sabiamente. Con les patuques como flanes cogimos aire en el barrio de Llanos (curioso nombre después la matada para llegar a él)...pero al arrancar de nuevo pudimos ver como un todo-terreno que nos había adelantado poco antes, aparece allá arriba mangado, lo que significaba que nos esperaba otra rampa pistonuda.
Así sería la tónica de esta subida tan dura hacia el collado que nos llevaría de nuevo a tierras de Proaza. Es decir, intervalos de duros repechos que acaban justo a tiempo de no desesperar, para a continuación poder respirar en providenciales tramos llanos...Y así , uno tras otro con el inconveniente de haber elegido el peor día para transitar por esta pista debido a que coincidía con la romería de la Ermita de la Merced y el tráfico de vehículos que subían eran continuo.
Por otra parte, me volvió a la memoria aquella ocasión (hace ya más de 20 años) en la que bajaba por aquí escopetado soltando freno a más de 60 km/h para encarar esta semi-curva y comprobando los "efectos perniciosos" de la fuerza centrífuga que me obligó como única opción para evitar el desastre, salirme a la cuneta a modo de carril de emergencia para intentar frenar por puro rozamiento desbrozando toda la clase de vegetación y que milagrosamente funcionó saliendo completamente ileso ante el asombro de mi compañero de ruta que me encontró sumergido en un bardial montado en la bici...
Con la gaita y los voladores como sinfonía de fondo, alcanzamos las brañas de Linares (1.141 m.) donde por fin acababa nuestra penitencia y el terreno se suavizaba pudiendo disfrutar de la gran panorámica que ofrece del valle de Quirós cerrando el paisaje con las Ubiñas de fondo.
Con la gaita y los voladores como sinfonía de fondo, alcanzamos las brañas de Linares (1.141 m.) donde por fin acababa nuestra penitencia y el terreno se suavizaba pudiendo disfrutar de la gran panorámica que ofrece del valle de Quirós cerrando el paisaje con las Ubiñas de fondo.
Avanzamos hasta ganar el , Pandu la Mortera (1.111 m.). Allí nos esperaba el siempre gran momento del día, que no es otra cosa que la ansiada hora del bocadillo y demás cosas del yantar, en medio de un paisaje clásico de montaña entre abundante ganado de excelente calidad.
Con las energías renovadas, proseguimos ahora ya en descenso por una pista de muy buen firme que nos iba a ahorrar un buen trozo de porteo caminando tal y como recordaba de la vez que pasé por aquí viniendo de Pedroveya.
Una vez terminada la pista entrábamos en una zona poco ciclabe pero más salvaje, con un paisaje que ganaba belleza por momentos, hasta alcanzar los preciosos mayáos de los puertos de Andruxas (1.020 m.) situados bajo la cara oeste del Aramo.
Desde este lugar, por alfombras verdes impolutas salpicadas por el violeta de las quitameriendas y combinado todo ello con senderos muy divertidos para la bici, disfrutamos de un fantástico descenso hasta la braña Socallaín (950 m.). Otro lugar igualmente guapo con una cabaña solitaria tipo noruego ya que el techo estaba compuesto de tapinos.
Terminábamos así lo que sin duda fue el tramo que más nos gustó, para entrar por Entrecuetos a la primera trialera que baja a los praos de la Collá de la Canal Seca (844 m.). Si bien los primeros metros fuimos andando, poco después el camino se torna factible con un corto pero entretenido descenso hasta dar vistas a La Rebollá, Pedroveya y Oviedo a lo lejos.
Rodeamos el cierre de los praos, aunque después comprobaríamos que mucho mejor atravesarlos para no rodear tanto y acometer limpiamente la última subida del día que a pesar de ser corta, nos hizo sudar de nuevo a chorro a pesar de ir andando aunque Alberto tuvo todavía ganas para darle un tiento...Finalmente alcanzamos esta otra forqueta característica situada a 925 m. que veíamos antes desde muy lejos abriéndose paso entre los picos Las Airúas y Portiellu.
Ahora sí comenzaba la famosa trialera a Serandi, que ya se bautizó en el ámbito del MTB como "villamuerte",
Pintaba bien al principio sin mayores dificultades, pero que al rato, tras pasar el trocín más trialero que le da fama, el cual hicimos andando, el sendero en una larga diagonal que podría ser bien guapo se convierte progresivamente del todo incómodo para ciclar obligándonos de nuevo a posarnos de la bici durante un rato...
....hasta que remonta algo y es cuando Alberto se calienta después del chasco que nos estábamos llevando y se lanza a por el siguiente tramo y yo detrás...a lo que salga! que por suerte fue algo mejor hasta una revuelta característica donde podíamos ver Proaza a nuestros pies, Muy poco después, bajando a "ritmo alegre" nos vimos obligados a aprovechar para frenar el sendero que conduce al interesante mirador de La Habana (700 m.) sobre el desfiladero de Les Xanes.
Esperamos a Patri, que la pobre tuvo que bajar casi todo andando, y ya reagrupados dejamos las bicis camino de dicho mirador que efectivamente quita el hipo por su espectacularidad.Y no es para menos, puesto que ofrece la mejor vista posible de todo el cañón sobre un abismo sobrecogedor de 500 m. Es como estar en uno de los balcones volados de Los Picos de Europa sobre la garganta del Cares. Veíamos como hormigas a los senderistas que recorrían Les Xanes, y también sentíamos el vértigo que daba recordar aquella antológica bajada en bici...
Volvimos sobre nuestros pasos para continuar, que todavía había mucha tela que cortar...Primero, por una caleya empedrada bien pendiente que no daba descanso, y después, por una pista suicida de hormigón no menos pendiente que me obligó incluso a clavar los frenos subiendo para dar una curva. En un suspiro aterrizamos en Serandi (450 m.).
Sólo nos quedaba descender a Proaza, optando los de siempre por el camino más corto pero también más "divertido" y Patri por la carretera que le jugaría alguna broma también con algún que otro repecho inesperado....
El camino resultó divertido de verdad, de los que nos presta, con tramos de velocidad en medio de un tupido bosque y zonas de curva-contra curva, ideales para sacar pierna y rueda, cruzando la bici para no perder velocidad...
Así, en medio del éxtasis entramos de nuevo en zona empedrada muy inclinada que otra vez nos puso a brincar para salir de nuevo a fuego por la bonita foz de Pícaros hasta desembocar junto al cercado de los osos. Desde ahí, ya por la plácida senda que le da nombre llegamos al punto inicial cansados pero con un buen sabor de boca...
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