Con un día bien guapo, típico de marzo, nos preparamos Alberto y yo una vez más en al aparcamiento de Tuiza Riba (1.230 m.) con una nevada reciente que promete una buena jornada. Ya le había comentado a mi primo de la gran esquiada que tiene el Fariñentu y este día era propicio para ello, ya que había nieve prácticamente desde el inicio del pueblo.
Nos ponemos en marcha remontando el valle previo a el valle de Corrales. Una zona propensa a los aludes, que según la nieve caída pueden ser grandes o enormes llegando hasta el pueblo, tal y como me contó una vez un paisanu de Tuiza, donde la avalancha se llevó un camión dejándolo en el prau del otro lado del pueblo. Así que mucho ojo después de fuertes nevadas. Esta vez, la nevada fue suave y los aludes pequeños.
Ganamos altura rápidamente pero el calor aprieta y no vaticina nada bueno para la calidad de la nieve que esperábamos. Por otra parte, el día espléndido animaba a los rebecos para tomar el sol y buscar comida en los sitios más enriscados como suele ser habitual.
Con una buena sudada alcanzamos Los Pozos de Corrales (1.850 m.) a los pies del circo de cumbres que preside el mismo Fariñentu (2.174 m.). Como otras veces sugiero subir la canal paralela a la pala principal del pico porque ofrece una esquiada más atractiva con más inclinación. Durante esta última parte de la subida ya se abren los horizontes con fabulosas vistas tanto de Peña Ubiña como del Siegalavá.
Con paciencia y después de un montón de "Z" alcanzamos la arista cimera que ofrece quizás la mejor vista que se puede tener de todo el macizo. Sencillamente unas vistas impresionantes donde es difícil no parar de hacer fotos y más con un día así de guapo.
Acabada la sesión fotográfica no apetece marchar de allí pero pueden más las ganas de esquiar todo lo que vemos a nuestros pies. La primera parte a pesar de comenzar con una nieve buena, rápidamente se convierte en una nieve pegajosa que va formando bolas rodantes, siendo algunas de ellas como televisores. Pasando al valle de Corrales la cosa mejora un poco pero nada parecido a lo que esperábamos. Aún así, logramos adaptarnos y a pesar de esquiar con la sensación de poder acabar rodando como las bolas de nieve disfrutamos los casi 1.000 metros de desnivel.
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