
Continuamos bordeando la sombría cara noroeste del Neverón de Urriellu hasta llegar al jou que forman el Neverón sur y La Párdida. En este lugar hay más blancura que en 1000 anuncios de detergentes...
Con nieve algo dura todavía nos dirigimos a la arista cimera que une las dos cumbres del
Neverón de Urrilellu. En esta arista volada, tenemos que hacer movimientos circenses para lograr ponernos los skis y la tabla ya que el sitio es mínimo a pesar de picar una plataforma con el piolet .
Así que salimos de ahí como podemos con unos primeros giros difíciles con nieve dura para mejorar sensiblemente un poco más abajo con tramos más inclinados pero muy guapos.
Cumplido el primer objetivo, liberamos la tensión subiendo
La Párdida en medio de un entorno cada vez más espectacular acentuado por un día soleado como pocos, hasta llegar a la cumbre donde ya sobran los comentarios sobre el panorama q desde allí se divisaba.
Apetecía quedarse allí toda la tarde pero había que aprovechar la nieve que prometía estar en su punto. Y no sólo estaba en su punto, era pura nieve polvo como si estuviéramos en pleno febrero. Vamos, un lujazo la esquiada y surfeada hasta los pies de la
jorcada Arenera de los que quedan para el recuerdo...
Tras picar algo, remontamos otra vez hasta el segundo diente y de ahí esquiamos hasta la
Brecha los Cazadores. Para entonces, con el calor ya se había producido un pequeño alud de placa en esta parte, si bien toda la zona de
Cerrado y Cabrones habían caído unos cuantos de considerable tamaño.
Nos quedaba por tanto, el paso delicado de la
Brecha de los Cazadores y la bajada a la
vega de Urriellu, ya muy castigados por el sol. Calzamos los skis y la tabla al pie de la rimaya del
Diente de Urriellu y bajamos rápido porque la nieve estaba ya muy mal, no así un poco más abajo que todavía se conservaba compacta, permitiéndonos disfrutar del descenso con la vista impagable del paredón oeste del Picu.
El resto de la tarde lo pasamos tostándonos en la vega , viendo llegar a los pocos que se quedaban ese día y charlando con Tomás el guarda.

Después de otra cena abundante y prácticamente solos en el refugio, cosa que a mi presta mucho, lejos de los mogollones del verano, nos vamos para la piltra a dormir. Amanece otro día radiante y otra noche que
xeló guapamente y nos obligaba a llevar cuchillas o crampones, según el caso, desde el mismo refugio.

En le regreso, remontamos de nuevo el
jou Sin Tierre en dirección al
collado Sª Ana que nos daba mucha pereza, pero con la nieve tan dura a la sombra y aprovechando la huella que mi primo se había currado el día anterior, se nos hizo más cómoda y corta.
Con puntualidad inglesa apareció en el collado Damián con el que había quedado y que venía desde la Jenduda después de un vivac muy frío. Así que mientras el sol preparaba la nieve para dejarla en su punto por La Canalona, aprovechamos para unos momentos de relax a todo confort y con unas vistas de escándalo.

Bajamos ladeando, sin dejar de mirar la gran tentación del
valle de Las Moñetas que se nos abría a nuestros pies, hasta el inicio de
La Canalona para ver como estaba la nieve que estaba algo dura todavía en la rampa de salida pero con buena pinta en el resto. Esperamos un ratín y después de las fotos de rigor... nos lanzamos hacia abajo porque estábamos ya impacientes. Después de los primeros giros más delicados pero sin grandes problemas, la parte intermedia se nos presentaba con muy buena nieve para deleite del personal.


A partir de aquí, tanto la parte final estrecha de
La Canalona como el resto de bajada hasta
El Cable fueron penosas porque era un auténtico patatal por la cantidad de huellas y la nieve ya totalmente fundida. A pesar de todo, por lo menos pudimos llegar relativamente rápido hasta el teleférico, que por suerte tenía poca gente al coincidir con la hora de comer. Y así redondeamos este puente tan guapo con unas condiciones en los
Picos inmejorables para estas alturas del año.
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