mi visión de la montaña

Subir montañas es la osadía convertida en humildad, bajarlas es la osadía convertida en gratitud

viernes, 24 de marzo de 2017

intento al Pollfjellet

Amanecía un nuevo día por estas remotas tierras. Como todas las noches, había nevado para deleitarnos otro desayuno de lujo con unas vistas impagables...aunque también con las labores propias del lugar como despejar la nieve para poder salir, si bien nos dimos cuenta después que el servicio municipal pasa a las 7 en punto haciendo la ronda para limpiar los accesos casa por casa!




Tras valorar opciones la noche anterior nos decidimos en un pico cuyos más de 1.200 m caen directamente al mar, pero que por su vertiente opuesta se deja subir...El día prometía y rumbo al sur siguiendo la costa Este ya podíamos vislumbrar al fondo nuestro objetivo: el Pollfjellet


Atravesamos el túnel que pasa bajo su falda y salimos al pequeño pueblo pesquero de Furuflaten, punto de partida de la ruta a seguir. Nos quedaba por delante una cómoda pero larga aproximación de 1 hora por un larguísimo valle cerrado por grandes montañas de más de 1.500 m y donde miraras para donde miraras no se veían más que fantásticas cascadas de de hielo...


Los nubarrones amenazantes provenientes del oeste, a veces se aclaraban dejando ver el frente de los grandes glaciares del centro de esta cordillera donde se encuentran las mayores alturas alcanzando hasta los 1.800 m.  Ese día vimos incluso algo de gente...un único grupo llevados por un guía a un ritmo "caliente", y que según sus huellas iban hacia el Daltinden...un clásico de la zona.


Por fín llegamos a la bifurcación donde comenzaba la subida propiamente dicha. Había que salvar primero el escalón del cuenco socavado por los prehistóricos glaciares. Ello suponía el mayor desnivel con 500 m directos a cuchillo ladera arriba atravesando bosques de abedules que hacía parecer por momentos que estábamos en nuestra Cordillera Cantábrica.


Sin embargo, a pesar de tener una huella antigua para guiarnos, lo que debería ser como el día anterior nada más que un cuestorrro como cualquier otro, se tornó en un auténtico infierno debido al mal estado de la nieve con una nieve costra que cedía sobre la base de nieve polvo profunda suponiendo un esfuerzo titánico en cada "vuelta maría", obligándome a excavar incluso con las manos más de medio metro para poder maniobrar en aquellas pendientes.


Al menos el paisaje consolaba las penurias en los numerosos descansos tras fozar en la nieve como jabalíes, destacando la presencia del Daltinden que efectivamente tiene una gran esquiada pero también un gran desnivel.


Aquel infierno no parecía tener fin, hasta que por fin dejábamos el bosque atrás mejorando algo el estado de la nieve con la altura ganada. A su vez el día había mejorado algo dejándose ver la inmensidad de este valle donde desembocan varios glaciares...



Salimos a terreno abierto donde ya veíamos muy lejos aún la cumbre del Pollfjellet. 
La nieve a esa cota de 600 m. ya era otra cosa: nieve polvo sin transformar que pintaba muy bien. Nos reagrupamos para reponer las escasas fuerzas que nos quedaban y consultamos el mapa para estudiar el camino a seguir hasta la cumbre. Allá arriba en el plató el viento ya se dejaba notar y vimos como castigaba la ventisca en la cumbre del Daltinden y del resto también manteniéndose en su lugar los amenazantes nubarrones de las montañas más al interior. Con todo ello decidimos seguir hasta el collado tras el cual quedaría la pala final a cumbre, así que arrancamos sin perder tiempo abriendo huella disfrutando por aquellos lugares inhóspitos en absoluta soledad.




Alcanzamos el collado a 800 m pero con las fuerzas muy mermadas por el esfuerzo anterior y lamentando también la baja forma ya que este invierno tan malo por nuestras montañas apenas nos dejó hacer alguna ruta aislada y de corta duración...Mientras esperaba el reagrupamiento me interné al resguardo del viento hasta ver asomarse abajo el fiordo imaginando las estupendas vistas que habría desde la cumbre. Para el lado contrario las nubes del oeste aguantaban enganchadas en las cumbres del interior pero el sol avanzaba hacia allá, lo que nos puso en el dilema de: ¿qué hacer?...


Íbamos bien de horario y nos quedaban 400 m de desnivel pero con la trisca que llevábamos encima nos iba a llevar bastante más de 1 hora y entre preparativos, fotos y ponerse a bajar serían 2 horas...Y la pregunta del millón: ¿aguantaría el tiempo?, Teniendo por un lado a mano una estupenda bajada en nieve polvo al sol y por otro con la amenaza de que nos pillara el marrón allí arriba, nos decantamos por la opción más conservadora y segura...que fué darse la vuelta no sin cierto resquemor por no poder disfrutar de las vistas de cumbre....Pero en fin, todo se olvidó al ponerse a flotar en esa nieve y con ese paisaje de fondo para nosotros solos.


Una gozada esquiar por aquella manta blanca inmensa que cundió más de lo que pensábamos aunque todo se acaba e irremediablemente nos encaminábamos al patatal del bosque.


Allí no esperaba una terrible nieve costra donde más de una vez me la jugué a punto de dejar la dentadura en la rama de algún abedul...pero bueno, finalmente llegamos de una pieza al valle.





Restaba bajar el valle remando en algún tramo pero por suerte pudiendo deslizar la mayor parte gracias a las huellas de subida. Llegamos de nuevo a Furuflaten, comprobando con pesar que el día finalmente había aguantado y de haberlo sabido podríamos haber subido al Pollfjellet...





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